martes, 22 de febrero de 2011

-Te odio.
+ ¿Me odias?
- Si, bueno no, no te odio a ti.
+ ¿Cómo? ¿Y entonces que es lo qué odias?
- Odio tu manera de mirarme, la forma en la que me sonries, odio estar de repente en un sitio y que me venga tu olor y recuerde esos momentos que hemos pasado, odio que vengas y me des un abrazo...
+ ¿Cómo? ¿Qué odias mis abrazos?
- No, no los odio, me encantan, son como una droga, los necesito a cada instante, pero odio necesitarlos.
+ Entonces ¿cuál es el problema?
- El problema es, que si son como una droga va a ser totalmente imposible desengancharme.
+ No te desenganches, te dije que no me ibas a perder, y si los necesitas, te los voy a dar.
- Eres la perfección personificada.
+ No seas exagerado...
- Ven, dame un poco de esa droga que me das tú.