domingo, 3 de marzo de 2013

Yo también me niego a caminar por la senda de la mediocridad a la que nos hemos visto sometidos.

Este texto ha sido escrito por una de mis grandes amigas: Carlota Sanchez Pego, en el momento en que lo lei la pedi permiso para ponerlo aqui porque me siento identificada con lo que dice, con ese pensamiento porque tal y como he escrito en el titulo, me niego a caminar por la senda de la mediocridad a la que nos hemos visto sometidos en estos tiempos que corren..

Espero que os guste, que os de que pensar y que estéis de acuerdo tanto con ella como conmigo por apoyarlo.

Entre el recuerdo y el olvido hay una frágil línea incorpórea que separa el ayer del mañana, el antes del después, el pasado del futuro. Recordar es vivir otra vez. Y hay quién tiene miedo a recordar. No es mi caso;
Y hablo con la perspectiva que dan dieciocho primaveras viviendo como una veleta; de aquí para allá. En todo este tiempo he visto orgullosa crecer económicamente a mi país durante la segunda mitad de los 90 y los primeros años de este siglo. He sido testigo de la rápida expansión de nuestras multinacionales por el mundo y he pasado de jugar a pasear por las calles sintiéndolas más limpias, ordenadas y cuidadas. He visto a España triunfar en los deportes más variados dejando atrás a países que antes mirábamos con sana envidia y a respetuosa distancia.
Pero, con poca experiencia sobre esto de la vida, también he visto, lamentablemente, cómo han bajado las tasas de empleo para luego subir a cotas intolerables. He escuchado la indignación que produce la corrupción en muchos políticos y la resignación y desasosiego que genera la falta de medidas para corregirlo; he visto cómo los españoles pasábamos de una sana rivalidad entre provincias al odio nacionalista.
Todo esto lo he visto como sujeto pasivo y con la inocencia de una niña de apenas diecinueve años que no se ha dado cuenta hasta hace bien poco que nuestro país esperanzado cada día navega más hacia la desesperanza y la resignación.
No he dejado de escuchar durante este tiempo que el problema de nuestra sociedad se transmite a las generaciones jóvenes; que cada vez tenemos menos valores, que vivimos a ciegas, que cada vez somos menos responsables de nuestros actos...
Me niego a ser recordada como una pieza más de la generación ni-ni, esa generación que a medida que crece en miembros, decrece en valores. Me considero vividora, luchadora y auto-suficiente, adjetivos que son ya epítetos en mi persona y que se alejan mucho de lo que se piensa de los jóvenes.
Son dieciocho años en los que he vivido rodeada de gente maravillosa, gente que no sólo me ha aportado diferentes visiones sobre las cosas, gente que me ha aportado vivencias y momentos que forman ya parte de mis recuerdos.
Echando la vista atrás, quiero que permanezca en mi memoria recuerdos con olor a salitre, de veranos entre la playa y la montaña. En familia o con amigos. Copas y vestidos, noches y crema de sol, sombrillas y luz de estrellas. Recuerdos de promesas congeladas de un invierno a menos mil grados. La nieve y el sol.
Y revivir lo que estoy viviendo ahora mismo, la floreciente y maravillosa etapa de la universidad. Viajes y apuntes con mala letra, clases eternas y noches improvisadas en esa residencia con olor a adolescente desatada. Secretos en la habitación 509 y mucho café para noches sin dormir.
Debo de ser la excepción que confirma la regla en estos momentos de crisis e hipocresía que todo el mundo tira la toalla, que hay cansancio por seguir luchando y falta de entusiasmo pero no quiero recordar los mejores años de mi vida como un puñado de noticias tristes y desahucios en telediarios. Me niego a ser un instrumento más, una marioneta manejada por la mano de políticos incompetentes. 
Prefiero vivir sabiendo que, en medio de tanta barbarie y mediocridad, fui capaz de crear un camino un poco más mío y alejado de lo que impera, y decir con orgullo que fui capaz de crearme a mí misma cuando todo el mundo parecía ser el recorte de un mismo patrón preestablecido.