jueves, 29 de septiembre de 2011


Es triste encontrarse con personas que no aciertan a remontar sus sentimientos de fracaso e impotencia y solo saben quejarse y lamentarse de su suerte.
El miedo a fracasar, a que sirvan de poco o nada los esfuerzos y a convertirse en un perdedor es lo que impide que la mayoría de las personas desistan en el empeño de lograr sus propósitos y nobles aspiraciones (...)
!Qué poder tan extraordinario y hasta mágico tienen nuestros pensamientos si van empapados de esperanza! Se convierten en potentísimos imanes que atraen irremediablemente hacia sí cuanto de positivo encuentran en las personas y en las cosas.
Hay en el interior de cada persona un misterioso poder difícil de explicar, pero que todos hemos sentido cuando ha llegado el momento de actuar. El que se arruga, el pesismista, el que se da por vencido a priori y piensa que la dificultad será superior a sus fuerzas y que poco o nada puede hacer no tardara en sentirse un perdedor y de sentirse a ser y pensar como tal, no hay ni un paso. Esa imagen mental negativa de si mismo solo puede producir un resultado seguro: El fracaso. El que se mantiene en pie, el entusiasta, el que refleja en su rostro la seguridad del triunfo, el que se siente ya un triunfador y se comporta como tal, logrará que ese vigor, autoconfianza y energía exteriorizada por todos los poros de su cuerpo, genere sin límites una incontenible fuerza interna, un misterioso magnetismo todo poderoso que no entienda ni admita otro resultado seguro que el éxito.
Bernabé Tierno.