jueves, 5 de mayo de 2011

Tan solo entra un pequeño rayo de luz que apenas se distingue entre la penumbra e ilumina con una tenue luz aquella estancia.Se oye el girar de un pomo de puerta, la puerta chirría, más ninguno de los dos levantamos la mirada...Una mano enciende las luces, aparecemos tú, abrazada sobre mi pecho desnudo y yo, agarrándote con fuerza como si del fin se tratara, tumbados sobre una cama de habitación cualquiera de cualquier hotel de mala muerte.Ninguno de los dos hace ningún intento de escapar; al lado, en la mesita, varios gramos de cocaína.Los dos sabíamos que nos habían atrapado.Unos ojos tan gélidos como el mismísimo hielo no levantaban mirada sobre nosotros, poco a poco esos ojos se iban acercando hacia nosotros, tú haces un intento por escapar, yo te detengo.De repente y sin saber porque se esboza una sonrisa en la faz de aquel hombre que tan tranquilo parecía.En un susurro te digo al oído:
-Nada ni nadie nos conseguirá separar.
Se hace un silencio casi diabólico, aqul hombre mete la mano en su bolsillo y sacando una pistola me dice:
-Tus últimas palabras.
Y con un movimiento de boca casi imperceptible del que solo tú te diste cuenta dije:
-Te quiero...
De mi pecho empieza a brotar un líquido rojizo, sangre.Aquel hombre cual cobarde gallina, huye sin dejar pista alguna, mientras tú, con los ojos empapados en lágrimas me besas en mi boca ya sin apenas aliento, yo intento mantener los ojos abiertos, se cierran.Tú te das cuenta de que eso es el fin, me agarras la mano y la besas, y llorando dices:
-Maldita droga, te ha destrozado la vida, pero tú eres la droga que ha destrozado la mía, porque necesito tenerte para vivir y de esto si que no hay cura..

                                                    Anónimo.